K A M I K A Z E
VIENTO DIVINO
VIENTO DE MUERTE
CASOS DE ESTUDIO
EL GRAN E: EL PRIMERO Y EL ULTIMO
El portaaviones norteamericano más famoso de la guerra
del Pacífico es, sin duda alguna, el CV 6 Enterprise. Participo
en casi todas las batallas entre portaaviones, su hundimiento fue anunciado por
los japoneses en muchas ocasiones. Todas ellas, en honor a la leyenda, erróneas.
Fue el buque más condecorado de la U.S. Navy y como expondremos a
continuación, el primer buque de su clase en sufrir un ataque suicida... y el
último gran portaaviones alcanzado por los kamikaze.
Y es que este extraño honor sólo podía ser concedido al Gran E.
Febrero de 1942, el Primer visitante:
Enero
de 1942 finaliza sus días bajo la mirada de medio mundo que no puede, o
no quiere, dar crédito a lo que está aconteciendo en el Océano Pacífico. El
Imperio del Sol Naciente atenaza con sus mortíferos rayos a la potencias
aliadas, el espíritu de los samurai impulsa al mikado en un avance imparable
que parece no tener fin: Wake, Guam, Filipinas, Singapur, Birmania y las Indias
Orientales Holandesas están siendo conquistadas con extraordinaria facilidad.
Radio Tokio se jacta de ello y diariamente lanza al aire un reto que hasta la
fecha ha caído en saco roto.
"¿Dónde está la flota americana?".
Pero eso no es lo peor, el mismo pueblo norteamericano se hace la misma
pregunta.
Y el alto mando estadounidense no está dispuesto a consentirlo. Ha llegado la
hora de darle una alegría a la opinión pública y zanjar de cuajo las criticas
demostrando que la U.S. Navy puede golpear cuando y donde quiera.
Ha llegado el momento de la ofensiva.
Aunque en honor a la verdad se tratará sólo de
un pequeño zarpazo, una simple incursión que la propaganda americana se
encargará de elevarlo a la categoría de "gran victoria".
La operación de castigo se realizará con un doble ataque contra las posiciones niponas de los atolones de islas Gilbert y las Marshall, separados entre si más de setecientos kilómetros. Los buques encargados de la misión estarán englobados en dos agrupaciones, la TF 81.1 al mando del vicealmirante William F. Halsey Jr. con el Enterprise atacará Kwajalein y Wotje1.2 en las Marshall y la TF 14 del contralmirante Frank Jack Fletcher con el Yorktown atacará las posiciones japonesas de Jaluit, Makin y Mili en las Gilbert. El vicealmirante Wilson Brown Jr. con el Lexington se situará en las inmediaciones de las islas Christmas como fuerza de cobertura por si aparecen los portaviones japoneses.
1
de Febrero de 1942, 04:30 horas.
El Enterprise aproa al viento y lanza al aire seis cazas Wildcat
en patrulla de combate seguidos a los trece minutos por treinta y dos bombarderos
Dauntless al mando del comandante Howard L. Young. El contingente
destinado a la primera oleada de ataque finaliza su despegue a las 05:00 horas
con la puesta en el aire de nueve bombarderos-torpederos Devastator, las
complicaciones no tardan en surgir y los cuarenta y cinco aparatos tienen más
dificultades de lo previsto en cerrar la formación en medio de la oscuridad
antes de poner rumbo hacia el atolón de Kwajalein, a poco menos de doscientos
cincuenta kilómetros de distancia de la flota.
Mientras los componentes de la primera oleada aún sobrevuelan los buques
americanos intentando cerrar la formación la acción abordo del Enterprise
es frenética, el personal de cubierta y el de hangares está inmersa en
la preparación del segundo contingente de aparatos, doce cazas Wildcat,
que tendrán como objetivo de ataque, en dos grupos de seis, Wotje y Taroa. El
despegue se inicia a las 06:10 horas y la tensión en el portaaviones lejos de
disminuirse se acrecentó cuando ha de maniobrar para recoger a uno de los Dauntless
que regresa por problemas mecánicos, el rumor surgido poco después
de que el Lt. Jim Gray ha comunicado que uno de sus Wildcat destinados a
Taroa se ha perdido y por tanto realizará el ataque con los cinco cazas
estantes, deja sobre el ambiente el murmullo del mal augurio.
Pero
ese estado de ánimo durará apenas una hora, a las 07:00 horas los Dauntless inician su ataque sobre Roi y más o menos
a esa hora el grupo de bombardeo naval del crucero pesado Northampton
abre fuego sobre Wotje y sobre las 07:15 horas el del Chester hace
lo propio sobre Taroa. Inicialmente los atacantes consiguen la ventaja de la
sorpresa y los ataques se suceden con mayor o
menor impunidad hasta las 10:30 horas. Los aviones norteamericanos, en un total
de tres oleadas, efectúan diversos ataques contra las instalaciones japonesas.
Los resultados obtenidos, exagerados por los pilotos, no dejan de ser más bien
escasos, las instalaciones si bien son desmanteladas en gran parte aún son
operativas y las fuerzas navales japonesas sólo han de lamentar la pérdida de
un transporte y dos unidades menores y ligeros daños en nueve unidades más1.3.
Aún así el raid tiene un dato para la historia. El contralmirante Yatsushiro
Sukeyoshi, comandante de la sexta base en Kawajalein, tiene el extraño
honor de ser el primer alto oficial de la marina japonesa en caer en el campo de
batalla cuando una bomba de los Dauntless hace un impacto directo sobre el cuartel general. Más suerte tuvo el vicealmirante Shimizu Mitsumi, en
el crucero ligero Katori, que tan sólo sufrió heridas leves por la
metralla cuando su
buque insignia resultó ligeramente dañado por un impacto cercano, impacto que
para los pilotos americanos fue letal pues según sus informes el buque se
hundió al ser alcanzado por dos bombas y dos torpedos.
Pero los pilotos de Halsey no fueron los únicos en exagerar sus logros. Los
"Nell" de Taroa no estuvieron inactivos durante el bombardeo naval de
la isla y a las 08:20 horas consiguieron alcanzar con una bomba al Chester
que lamentó la muerte de ocho tripulantes y treinta y cuatro heridos de diversa
consideración. Para los pilotos nipones el crucero americano había quedado
envuelto en llamas y a punto de hundirse, la realidad fue otra y la capacidad
combativa del Chester no quedó mermada pudiendo mantener rumbo y
velocidad para reunirse con el Enterprise
a la hora prefijada.
A
medio día todo parece haber terminado, los cruceros y destructores del grupo de
bombardeo se reúnen con el Enterprise y una vez que Halsey vuelve
a tener su fuerza operativa al completo ordena arrumbar al noroeste para
alejarse lo antes posible de la escena. Halsey no se fía y en poco tiempo los
japoneses van a darle la razón.
13:38 horas, los radares alertan de la aproximación de una formación de
aviones nipones a 3.200 metros de distancia y a una altura de 1.830 metros con
un ángulo de aproximación estimado de 25 grados. Los ojos de los marinos
americanos otean los altos cúmulos mientras los cazas de la CAP intenta ganar
altura para interceptarlos. Pero no van a llegar a tiempo. Un grupo de cinco1.4
bimotores de bombardero aparecen entre los blanquecinos penachos
a unos 2.000 metros por la amura de estribor en una perfecta formación en V. Se
trata de los G3M2 "Nell" de Taroa al mando del L.T. Kazuo Nakai que
han despegado con la intención de hacer pagar cara la osadía de los
americanos.
Los "Nell" de Nakai mantuvieron su ángulo de aproximación de 25
grados hasta que se encontraron a unos 1.200 metros del Enterprise, a partir de
ese momento iniciaron una aproximación de ataque con un ángulo de descenso de
20 grados que llevó a la formación de bombarderos a efectuar su pasada sobre
el portaaviones a unos 450 metros de altura y lanzar sus bombas simultáneamente
como si se tratase de un ejercicio de entrenamiento, las quince bombas caen a
unos diez metros del costado de babor levantando surtidores que alcanzan los 45
metros de altura. La metralla hiere mortalmente a un contramaestre y perfora una
tubería de gasolina provocando un conato de incendio que es sofocado sin
grandes complicaciones.
La DCA ruge furiosa pero su fuego es ineficaz y los "Nell" continúan
su vuelo sin apenas ser molestados. Cuando la desesperación se adueña de los
artilleros y grito de alegría surge entre el estridente bramar de las armas
cuando el avión que va en cabeza es alcanzado y una fina estela blanquecina
comienza a señalar su trayectoria. Kazuo Nakai no duda ni un momento en cual es
el paso a seguir, su aparato ha sido herido y difícilmente alcanzara Taroa,
posiblemente tan sólo cruzó unas breves palabras con su tripulación, la rapidez
con la que se desencadenó su ataque final no deja lugar a dudas. Si tenía
que morir sus enemigos lo pagarían caro.
El "Nell" vira a la izquierda abandonado la formación describiendo
una S sobre el Enterprise
antes de iniciar un picado contra la pista de vuelo. El personal de cubierta
abre los ojos como platos sin dar crédito ni entender muy bien lo que el piloto
japonés está haciendo al ver como el bombardero se aproxima como una piedra
hacia la proa del portaaviones abriendo fuego con todas sus ametralladoras. Los
servidores de las baterías antiaéreas lo vieron aumentar de tamaño mientras
el bimotor era alcanzado por las ráfagas que le lanzaban a bocajarro, pese a la
evidencia de la acción muchos de ellos siguieron sin entender que diablos pretendía
el piloto japonés, otros, los menos, recordaron las historias oídas en Pearl
Harbor sobre la locura de un piloto nipón que estrelló su "Zero"
contra el hangar de Kaneohe.
Pese al intenso que estaba recibiendo Nakai estaba consiguiendo mantener la
trayectoria de colisión sin apenas inmutarse, pero cuando el impacto contra la
proa parecía inevitable el agujereado fuselaje no aguantó más y el "Nell"
se desplazó a la derecha chocando oblicuamente contra el costado de babor a la
altura de la popa, el bombardero se partió en dos en medio de un ensordecedor
estruendo de metal acompañado de una lluvia de esquirlas de aluminio que se
precipitó en todas direcciones, una de sus alas salió despedida hacia el
océano mientras los restos resbalaban contra el costado soltando un torrente de
gasolina incandescente hasta que Nakai y su tripulación se hundió en su ataúd
metálico
en la estela del portaaviones.
La suerte, si es que la hay en este tipo de actos suicidas, no acompañó a
Nakai, estuvo al lado del capitán de navío Murray, comandante del Enterprise,
pues con una oportuna orden de golpe de caña había evitado en el último
momento el impacto, que si bien no hubiese sido mortal para su buque en el mejor
de los casos lo hubiese dejado fuera de combate al inutilizarle la cubierta de
vuelo.
El susto ha pasado,
pero tardará en olvidarse, muchos de los marinos recordaran la historia una y
mil veces en sus tertulias, pero aún faltan unos cuantos años para que la
determinación suicida del piloto japonés sea relacionada con el termino
kamikaze. Aunque, como todos supondrán, la similitud tan sólo puede buscarse
superficialmente en los últimos momentos de la vida de Kazuo Nakai y su
tripulación, pues antes de despegar no tenían tal determinación y sólo fue
tomada cuando sus posibilidades de regresar vivos a su base quedó anulada por
el fuego de la DCA.
Pero los sobresaltos para la TF-8 no habían terminado aún. A las 14:00 horas
los radares detectan la presencia de un avión de exploración japonés
siguiendo de lejos a la formación de Halsey. En esta ocasión los cazas de la
CAP actúan con prontitud derribando al molesto perseguidor informando de que se
trataba de un solitario hidroavión. Pero a las 15:00 horas las alarmas saltan
nuevamente cuando los radaristas informan de la presencia de dos nuevos
contactos a 46.000 metros a estribor del Enterprise aproximándose
a unos 140 nudos (222 km/h) y a unos 4.270 metros de altura.
Los atacantes son detectados visualmente a unos 5.000 metros e identificados
como dos bimotores del mismo tipo que los del anterior ataque, estos efectuaron
un rodeo para aproximarse desde la popa y a estribor con el Sol a su espalda saltando de nube en nube para
dificultar su seguimiento. Cuando se encontraban a 5.900 metros la DCA abrió el
fuego, el tiro vuelve a ser irregular y lo que aún es peor obstaculiza a la CAP
que ha de apartarse para no ser alcanzada por su propio fuego antiaéreo.
Finalmente el desconcierto se va corrigiendo y uno de los "Nell" es
alcanzado y una vasta columna de humo blanco sale de uno de sus motores, pero
eso no evita que ambos bombarderos lancen sus dos bombas, afortunadamente para
la tripulación del portaaviones las bombas vuelven a caer sobre el mar sin
ocasionar ningún daño. Ahora llega el turno de los cazas de la CAP, que se
lanzan sobre los aparatos japoneses que intentan regresar al manto protector de
las nubes. Aún así los Wildcat los alcanzan y derriban al que no
había sido alcanzado por la DCA, la espesa columna de humo negro que desprende
el "Nell" averiado no da lugar a dudas de cual va a ser su final. Su
piloto no opina lo mismo e intentará, sin conseguirlo, alcanzar Taroa.
La agrupación de Halsey abandonará el área de batalla sin mas contratiempos. La Sexta Flota japonesa enviará a todos sus submarinos operativos a la caza del portaaviones, pero no lograrán encontrar a ningún navío americano. El Raid ha finalizado.
Marzo de 1945, los kamikaze no llegan pero la DCA si:
En
las tres grandes batallas entre portaaviones libradas en 1942, en las que
participó el Enterprise, Midway,
Salomón Orientales y Santa Cruz, no volvió a
repetirse una situación similar a la del 1 de febrero sobre el Gran E. En
Midway (04-06-1942) ni llegó a ver a los aparatos japoneses, en las Salomón
Orientales (24-08-1942) apunto estuvo de correr la misma suerte que los
portaaviones japoneses en Midway, la discutida decisión del oficial de vuelo
John Crommelin de lanzar los 11 SBD y 6 TBF disponibles contra la flota japonesa
sin escolta fue recompensada pocos minutos más tarde cuando tres bombas
alcanzaron la cubierta de vuelo justo sobre la zona donde habían estado
estacionados los aparatos. En algunos libros publicados pocos años después de
la guerra se apunta la posibilidad que durante el transcurso de la batalla un
caza japonés intentó estrellarse contra la proa del Gran E, ante la falta de
artículos que lo autentifiquen creemos que simplemente se trata de
imaginaciones posteriores al final de la guerra en donde muchas historias se
escribieron bajo la influencia equivocada de que todo piloto japonés era un
kamikaze en potencia2.1.
Durante el transcurso de la batalla de Santa Cruz (26-10-1942) el Enterprise
fue alcanzado por dos bombas más un impacto cercano, la cubierta de
vuelo fue parcheada en un tiempo record y aunque su capacidad combativa no
resulto afectada de una forma alarmante tuvo que batirse en retirada ante el determinante
envite japonés y la perdida del Hornet.
1942 pasó y los portaaviones de ambos bandos no volvieron a encontrarse hasta
¡1944!. Durante esos dos años los estadounidenses fueron recuperando el
terreno perdido (terreno que habían perdido en seis meses) mientras creaban la
flota aeronaval más importante que nunca había surcado los mares, atenazando
poco a poco a un Japón que, aún sin querer verlo, ya hacía mucho tiempo que
había perdido la guerra.
En las Marianas la Rengo Kantai intentó lo imposible y en Cabo
Engaño (Leyte) lanzó su última carga... y el viento divino sopló como un
aliento desesperado sobre la flota norteamericana.
Durante la campaña de las Filipinas el Enterprise, integrado en
la TG 38.4 del contralmirante Davison con el Franklin, San
Jacinto y Belleau Wood, sufrió las primeras acometidas
"oficiales" de los aviones suicida japoneses y pudo apreciar los
fatales resultados de esta nueva táctica de ataque el 30 de octubre cuando el Franklin
y el Belleau Wood fueron alcanzados por sendos kamikaze obligando
a toda la TG 38.4 a retirarse a Ulithi para efectuar las necesarias reparaciones2.2.
Marzo
de 1945, sudoeste de Kyushu.
Como preparación al desembarco de Okinawa, los portaaviones de la TF 58, al
mando del vicealmirante Raymond A. Spruance, efectúa una serie de ataques
contra los aeródromos del sur del Japón de Miziyaki, Tomitaka, Kikuchi, Kanoya
y las bases navales de Kure y Kobe. El Enterprise forma parte de
la TG 58.4 junto al Intrepid, Yorktown, Langley
e Independence bajo las órdenes del contralmirante Arthur W.
Radford. El Gran E actuaba en esta ocasión (y hasta el final de la guerra) como
portaaviones nocturno con cazas y torpederos equipados con radar para la
cobertura aérea nocturna de la flota.
17 de marzo, 21:40 horas. El radar del Enterprise señala la
aproximación de tres contactos a más de 150 kilómetros de la flota, seguidos
minutos más tarde por nuevos ecos que dan a entender que la TF 58 ha sido
descubierta y que el ataque planeado para del día siguiente ya no contará con
el efecto sorpresa. Pero eso será mañana, ahora hay que detener la posible
amenaza y el Gran E aproa al viento lanzando sus pájaros nocturnos que no
tardan en dar cuenta de dos bimotores japoneses regresando a su base sin más
incidentes.
El 18 de marzo amanece sin Sol. Un gran cielo blanco sobre un fondo gris
acompaña a los buques americanos con un tiempo fresco y húmedo que a más de
uno le hace pensar si será cierto lo anunciado hasta la saciedad por Radio
Tokio respecto a la valía de los pilotos nipones que defenderán las aguas
metropolitanas. A las 05:45 horas la impresionante TF 58 lanza su ataque, ahora
sólo queda esperar que los acontecimientos sigan su curso.
En poco más de una hora las alarmas en los buques estadounidenses avisan de
contactos de radar, los cazas de la CAP se dirigen hacia los puntos señalados
para contrarrestar la amenaza y todos los ojos se clavan en el encapotado manto
de nubes buscando a los posibles atacantes. En pocos minutos la DCA comienza su
sinfonía y el cielo se cubre de las nubes negras que señalan la detonación de
los proyectiles, sobre las 07:25 horas un monomotor surge sobre la vertical del Enterprise
iniciando un picado sorteando las explosiones con una determinación que no deja
dudas sobre la profesionalidad del piloto, la tripulación del portaaviones se
realiza una angustiosa pregunta ¿suicida?, no, el piloto lanza su bomba de 250
kg. recuperando altitud, el aparato es identificado como un D4Y Suisei "Judy"
momentos antes de ser alcanzado por un proyectil que lo precipita al gris
océano. La bomba pasa aullando sobre el mástil rebotando en el elevador de
proa y golpea sobre la estructura del puente de navegación partiéndose en dos
sin llegar a detonar, una auténtica suerte para los marinos americanos que
pensaron que aquel sería su último día. Los daños fueron irrelevantes, la
fuerza del impacto ocasionó una serie de cortocircuitos que provocaron
pequeños incendios sofocados sin incidencias de mención. Posiblemente el
piloto olvidó artillar la bomba antes de lanzarla, seguramente, pensaron los
marinos, no era tan profesional como parecía.
Más o menos al mismo tiempo un bimotor "Betty" es abatido sobre el Intrepid,
falló por poco pero la honda expansiva del impacto cercano mató a dos hombres
e hirió a cuarenta y tres. A las 13:00 horas el Yorktown es
alcanzado por una bomba de un "Judy" que le ocasiona averías menores
pero ha de lamentar la perdida de 5 muertos y 26 heridos. Durante el resto del día se suceden los ataques
esporádicos de pequeños grupos de aviones japoneses sobre los portaaviones de
Spruance, que no sufren daños a tener en cuenta. Cuando los aviones regresan de
su ataque sobre los aeródromos de Kyushu los informes no pueden ser más optimistas,
ahora es tiempo de prepararse para el raid del día siguiente sobre la bases
navales de Kure y Kobe en donde ha sido señalada la presencia de grandes
navíos japoneses.
19
de Marzo de 1945, los aviones de la TF 58 atacan Kure2.3
y esta a su vez es atacada por la aviación japonesa que es mucho más
afortunada que la jornada anterior. La . A las 07:10 horas el Wasp
(de la TG 58.1) es alcanzado por una bomba arrojada por un D4Y Suisei "Judy"
y a las 08:00 horas recibe el impacto de un kamikaze "Judy" que lo
deja fuera de combate ocasionándole 101 muertos y 279 heridos. Pero la
agrupación que llevará la peor parte del contraataque nipón será la TG 58.2
del contralmirante Davison, abordo del Franklin los aparatos
destinados a atacar Kure están apiñados en la cubierta de vuelo cuando dos
"Judy" se descuelgan entre las nubes y consiguen un doble impacto
directo sobre la cubierta de vuelo. Abordo se desencadena un auténtico
infierno, las explosiones se suceden causando la muerte a 710 marinos e hiriendo
gravemente a 265 más y sólo la gran experiencia de los servicios de
reparaciones evitó que el portaaviones se hundiese. La TG 58.2 ha que retirarse
rumbo sur cancelando su participación en los ataques sobre Kure.
En cuanto los aparatos regresan del ataque se ordena a toda la flota arrumbar
sobre la TG 58.2 y abandonar en cuanto antes las aguas metropolitanas japonesas
para evitar nuevos contraataques de la aviación nipona que a tenor de los
últimos resultados está siendo más eficaz de lo deseado.
20
de Marzo de 1945. La flota navega a tan sólo 15 nudos para no dejar atrás al
renqueante Wasp y al remolcado Franklin. Durante la mañana
los contactos de aviones atacantes se repiten y la CAP ha de efectuar múltiples
salidas para repeler a los atacantes que apenas consiguen algún impacto digno
de mención (el destructor Halsey Powell de la TG 58.1 encaja un
kamikaze y pierde 9 marinos y 30 más resultan heridos) al ser abatidos en su
practica totalidad. El vicealmirante Matome Ugaki, comandante de la 5ª Flota aérea,
todo y la escasa protección de cazas con la que cuenta en esos momentos, decide lanzar un ataque sobre la TG 58
con las bombas humanas Ohka, 18 bimotores G4M “Betty”, al mando del
capitán de corbeta Nonaka, despegan de Kanoya transportando las Ohka. El
ataque es un completo fracaso al ser derribados todos los “Betty” por la
protección de cazas de la TG 58.1.
Y es que al igual que el día 18 los ataques se remitirán durante toda la jornada,
sobres las 16:00 horas abordo del Enterprise se da la voz de
alarma de nuevos asaltantes, el cielo está encapotado y todos saben que eso
facilitará, como sucediera el 18, la aproximación de los japoneses. Trece
minutos más tarde aparece el primer "Judy" sobre el portaaviones y
logra lanzar su bomba que estalla a unos 15 metros a babor ocasionando ligeros
daños estructurales, un segundo "Judy" logra atravesar las defensas,
16:26 horas, y su bomba cae ahora próxima al costado de estribor. Seis minutos
más tarde el Franklin es nuevamente atacado afortunadamente sin éxito,
la DCA hace bien su trabajo... por el momento.
La determinación de los buques de escolta en proteger al Gran E acaba
en un fatal accidente. Justo cuando la segunda bomba explosiona en el agua un
proyectil de 127 mm alcanza los montajes de 40 mm, los números 5 y 7, situados
a proa de la superestructura del puente de mando sobre su costado de estribor
matando a 8 marineros e hiriendo a 30 más. Simultáneamente, como mínimo, un
segundo proyectil de 127 mm detona próximo a la proa en el costado de babor.
Fragmentos de la primera explosión perforaron los tanques de gasolina de dos
F6F estacionados en las proximidades del impacto, incendiando la gasolina
que se vertió sobre el puente de vuelo. Las llamas alcanzaron a dos aviones
más y la munición artillada en las piezas detonó causando un momentáneo caos
en la cubierta. Los equipos contra incendios actuaron de inmediato y en poco
más de 20 minutos la situación quedó resuelta, sin interrumpir ni inmutarse
cuando un nuevo impacto cercano sacudió al portaaviones 15 minutos después de
ser alcanzado por el primer proyectil de 127 mm.
El exceso de celo de los servidores de las piezas antiaéreas, totalmente comprensible
tal y como se estaban desarrollando los acontecimientos, obligó al portaaviones
a retirarse al atolón de Ulithi, donde ancló cuatro días más tarde, para
efectuar las reparaciones necesarias. Este accidente no fue el primero ocurrido
en la guerra y evidentemente no fue el último. Sin ir más lejos el Essex,
de la TG 58.3, fue igualmente alcanzado (aunque con mayor suerte) ese mismo día
por un proyectil de uno de sus buques de escolta.
Abril de 1945, el primer aviso:
El
24 de Marzo el Enterprise llega al atolón de Ulithi, siendo
invadido de inmediato por los hombres del buque de reparaciones Jason.
Invasión que durará diez días por lo que se perderá el primer acto de las
operaciones de desembarco en Okinawa. Pero sólo se retrasará cuatro días,
pues el 5 de Abril abandonará el atolón para incorporarse a la TF 58 y dos
días más tarde ya se encontrará realizando operaciones aéreas al este de
Okinawa con la TG 58.4 del contralmirante Radford.
Ese mismo día, 7 de Abril, el Yamato es hundido por los aparatos
de la TG 58.1 y 58.3 mientras intentaba alcanzar las aguas de Okinawa dentro de
la desafortunada (e innecesaria) operación Ten-Go. La
TG 58.4 intentó sumarse al ataque cerrando distancias pero para cuando alcanzó
el área de batalla la acción ya había finalizado.
A pesar de la gran sensación de victoria que invadía los buques de la TF 58
tras el hundimiento del Yamato el aire que se respiraba era tenso.
Y no era para menos, la táctica de ataque kamikaze había cambiado y si bien
hasta la fecha los ataques habían sido efectuados por pequeños grupos de
asaltantes ahora la cosa había cambiado. El culpable, en parte, era el
vicealmirante Matome Ugaki comandante de la 5ª Flota Aérea y la filosofía
Kikusui que consistía en lanzar grandes masas de atacantes en bloque para
desbordar las defensas yanquis y hundir o inutilizar el máximo de buques
posibles a la vez. En el estreno de esa táctica, los días 6 y 7 de Abril, el
total de aviones suicida fue de 355 que alcanzaron a 36 buques hundiendo a 6 de
ellos y dejando irreparables a tres. Todo y eso la táctica inicial no se dejó
de lado y prácticamente a diario pequeños grupos de kamikaze lanzaba un
aguijonazo sobre la masa de buques que rodeaba Okinawa.
Uno de los buques alcanzados fue el portaaviones Hancock de la TG
58.3, contralmirante Sherman, que hubo de abandonar su puesto para dirigirse a
Pearl Harbor a reparar. Para reemplazar la perdida el vicealmirante Mitscher,
comandante en jefe de la fuerza de portaaviones, ordenó que el Enterprise
lo sustituyera y el 10 de Abril ocupó su nuevo puesto en la TG 58.3. Puesto que
duraría bien poco.
11 de
Abril de 1945, 13:45 horas.
La agrupación de Sherman da la voz de alerta al detectar dos agrupaciones
kamikaze aproximándose desde el norte, de inmediato todos los cazas disponibles
son enviados para interceptar la amenaza mientras las tripulaciones artillan las
piezas antiaéreas esperando su turno. No han de esperar mucho, a las 14:08
horas abren fuego encapotando el cielo con centenares de nubes negras, el Enterprise
centra su fuego sobre dos Reisen que lo han tomado como objetivo, cuando
uno de ellos se encuentra a unos 1.300 metros de distancia aproximándose por el
costado de estribor se desploma como una piedra al encajar un impacto directo.
Es un respiro, pero el segundo se aproxima como una saeta envenenada y parece
que nada va a detenerlo. Ahora sí, murmura algún tripulante mientras se
parapeta como puede en la cubierta de vuelo. Y va a equivocarse de bien poco.
El
piloto suicida mantiene el pulso sorteando las trazadoras de la última barrera,
desciende un poco el morro con la intención de conseguir un ángulo de
penetración correcto no sea que la fuerza del impacto ocasione un efecto rebote
sobre la cubierta de vuelo y la cinética actúe en su contra. Ahí está, va a
conseguirlo. Una fracción de segundo y todo habrá acabado. Un último aliento,
una deflagración y seguidamente la nada.
Desde la lejanía los buques de escolta ven elevarse una gran columna de agua a
estribor del Gran E y piensan que el impacto ha sido fatal, pero se equivocan.
La última maniobra del piloto kamikaze pronunció en exceso el picado y el
esperado impacto sobre la cubierta de vuelo falló por muy poco. En su descenso
el Reisen se llevó delante las plataformas circulares de 40 mm numero 8
y 10 de babor emplazadas a nivel del hangar antes de zambullirse en el agua
matando a un tripulante e hiriendo a 18 más. El montaje número 8 sufrió el
bloqueo del tren de municiones del cañón, que se reparó sin problemas, y los
escudos protectores de las piezas se doblaron por la onda expansiva del impacto
del avión. Partes del motor del caza saltaron golpeando el casco sobre la
línea de flotación causando un pequeño agujero de menos de un metro cuadrado,
la bomba japonesa explotó a pocos metros bajo el casco produciendo daños
estructurales que no influyeron en la flotabilidad del portaaviones.
Pero la lucha no ha terminado y hay poco tiempo para las lamentaciones, apenas
una hora. A las 15:00 horas un nuevo kamikaze le toma como objetivo,
afortunadamente es derribado en su aproximación final hundiéndose a estribor a
15 metros del casco. La onda expansiva de la deflagración de la bomba del
kamikaze produce daños estructurales adicionales en el casco proyectando un
trozo del ala sobre la cubierta de vuelo lo que permitirá con posterioridad
identificar al atacante como un "Judy". La metralla barre la proa y un
caza estacionado en la catapulta de estribor se incendia y ha de ser catapultado
al océano para evitar daños en la cubierta de vuelo. Los pequeños
conatos de incendio se extinguen sin demasiadas complicaciones y la tripulación
puede respirar tranquila sabiendo que su buque continua surcando estela.
Aunque la tranquilidad será relativa ya que las alertas se repetirán durante
toda la tarde y cinco kamikaze más serán derribados en las proximidades del
Gran E.
El 14 de Abril,
una vez que los daños han sido evaluados correctamente, el Enterprise
es enviado nuevamente al atolón de Ulithi en donde se reunirá por segunda vez
con el Jason. En esta ocasión los trabajos se prolongaran durante
tres semanas. El 3 de Mayo las reparaciones se dan por terminadas, considerando
que el portaaviones es completamente operacional, y abandona el atolón para
reincorporarse a la flota. Tres días mas tarde es recibido con admiración por
los marinos de la TG 58.3 que consideran que es un buque con suerte y su
estrella no va a extinguirse.
Un solitario piloto está apunto de cambiarla...
La
presión kamikaze sobre los buques norteamericanos lejos de menguar parece ir en
aumento día a día. El 11 de Mayo se lanza el sexto ataque kikusui con un total
de 350 atacantes de los cuales 150 son suicidas. El buque insignia del
vicealmirante Mitscher, el Bunker Hill, es alcanzado por dos
kamikaze, un "Zeke" y un "Judy", que lo dejan parcialmente
desmantelado, 404 de sus tripulantes mueren y 256 resultan gravemente heridos.
El portaaviones es incapaz de continuar con las operaciones aéreas y ha de
retirarse a los Estados Unidos para ser reparado. Mitscher ha de cambiar su
bandera y con carácter de urgencia decide, sin más equipaje que la ropa
que llevaba puesta, trasladar el centro de mando de la flota al Enterprise.
Sobre el verga de señales ondea la bandera azul con tres estrellas blancas del
vicealmirante la noche del 13 al 14 de Mayo cuando las TG 58.1 y TG 58.3 se encuentran al
sudoeste de Kyushu. La intención de Mitscher es lanzar una serie de asaltos
nocturnos contra las bases aéreas japonesas y finalizar así, a ser posible, el
terrible desgaste diario que soportaba la marina en su apoyo a la conquista de
Okinawa. La dotación aérea del Enterprise ataca en la más
completa oscuridad y toda su tripulación espera que el magnetismo del
vicealmirante se refleje en el resultado de la incursión. Pero no han pasado ni
cuatro horas del 14 de Mayo cuando los radaristas informan de la presencia de
aviones enemigos en las proximidades de la flota. Los contactos van
produciéndose, la mayoría de ellos con un rumbo erróneo que les hace alejarse
de los buques de Mitscher aún así cabe esperar que más pronto o más tarde
alguno de ellos les intercepte por lo que todo el personal está ojo avizor y
con los nervios a flor de piel.
Y como cabía esperar a las 06:00 horas los radaristas localizan a cinco grupos
de aviones, un total de 264.1, aproximándose con un rumbo de colisión correcto. Las patrullas de
cazas son enviadas para interceptarlos mientras los artilleros preparan las
piezas a la espera por si alguno logra escapar, no esperaran mucho, apenas una
veintena de minutos que transcurrirán en un suspiro. Muy lejos, a popa, varios
aparatos caen envueltos en llamas o describiendo alocadas espirales de humo que
poco a poco desdibujan el cielo más próximo a la flota.
Faltan
diez minutos para las siete de la mañana y en el Enterprise se
detecta un solitario contacto de radar aproximándose a unos 32 kilómetros
rumbo 200 y a una altitud estimada de 2.600 metros. A las 06:53 horas es
avistado en la lejanía y las piezas de 127 mm abren fuego. El piloto japonés
no espera a la bienvenida que va a desencadenarse a su alrededor y remonta
rápidamente ocultándose entre las nubes, las baterías de 127 siguen su rumbo
dirigidas por el radar y sus proyectiles detonan en le interior de las nubes
pero el Reisen no cae. En la cubierta de vuelo aún hay algunos aparatos,
sus depósitos de gasolina son vaciados y se ordena enviarlos al entrepuente en
previsión de un posible impacto.
El caza japonés surge una fracción de segundos de entre las nubes para
comprobar que el rumbo es el correcto y vuelve a zambullirse en el manto
protector para desesperación de los artilleros. No hay duda, el piloto no es un
novato y va a ser difícil derribarlo. Todas las miradas se dirigen hacia la
popa, el "maldito japonés" se aproxima con una marcación aproximada
de 150 grados a estribor, separado 30 grados del eje del Enterprise.
La distancia va reduciéndose y ahora las piezas de 40 mm se unen a la caza del
kamikaze.
Sólo han pasado tres minutos desde la aparición del molesto visitante, el portaaviones está virando al 345
y entonces este abandona definitivamente su escondite e inicia el picado final
cuando se encuentra a 180 metros de su objetivo. Su motor ruge a máxima
potencia mientras el piloto inclina lentamente el morro hasta alcanzar un
ángulo de ataque de 45 grados. No hay maniobras bruscas en su aproximación,
sólo las justas para evitar ser tocado demasiado pronto. Y es que todas las
armas disparan hacia él, incluso alguna pistola se suma al muro de acero que se
levanta sobre el kamikaze.
Un minuto más y todo habrá acabado.
El
personal de cubierta está tendido de bruces mirando de soslayo a los artilleros
deseando que alguno de ellos mande al infierno al kamikaze. El Reisen se
agranda y sus alas parecen sendas katanas a punto de decapitar al enemigo. Un
grito de triunfo, por fin ha sido alcanzado y arrastra tras de si un halo de
llamas y humo. En sus metros finales balancea ostensiblemente, una fracción de
segundos y el milagro puede ocurrir.
Pero hoy no va a ser posible.
Cruza como un rayo la cubierta de vuelo, la carlinga apunta hacia ella y algunos
creen ver como el piloto mantiene un semblante y sereno hasta el último
segundo. Sigue un sonido seco de metal y madera al desgarrarse la cubierta de
vuelo. Un milisegundo de falso silencio le sigue y el trueno de una erupción de
volcán surge de las entrañas del Gran E.
El
Reisen se hunde en la cubierta de vuelo a pocos metros del ascensor de
proa, atraviesa el hangar y la bomba continua su carrera dos niveles más
explotando en el tercer puente bajo el foso del ascensor. El compartimiento
está atestado de papel higiénico y el colchón de celulosa limita los efectos
de la deflagración hacia los niveles inferiores. Pero en los superiores se
desata el infierno, el hongo expansivo desencaja el ascensor y un tercio de la
plataforma sale despedida a más de ciento vente metros de altura aleteando como
un pájaro herido hasta caer al mar mientras un humo negro y gris barre la
cubierta acompañado con una bofetada de aire que lanza por los suelos a todo
aquel que se le pone por delante. La cubierta de vuelo queda arrugada como una cáscara
de plátano en una longitud de cuarenta metros (el abombamiento máximo será de
casi un metro en algunos puntos) y un agujero de 3,60x6 metros señala el lugar
del impacto a pocos metros del humeante foso del ascensor de proa.
Los incendios brotan de inmediato en el foso del ascensor y el hangar,
destrozando algunos aviones así como el mobiliario de varios camarotes de
oficiales. La rápida reacción de la tripulación consigue controlar las llamas
en poco más de 17 minutos y en apenas dos horas los extingue completamente. Las
baterías antiaéreas de proa enmudecen a causa de la rotura de los tubos de
suministro y la gran cantidad de cables calcinados (¡un total de 22 kilómetros
habrá de ser substituido!). Los grupos electrógenos de emergencia se activan
con prontitud y la energía es restablecida a los pocos minutos. El casco sufre
pocos daños, pero la rotura de las tuberías introduce en el interior 2.000
toneladas de agua salada que hay que bombear con urgencia.
La deflagración del impacto ha sido espectacular, pero en ningún momento el
Gran E, El Afortunado E, pierde velocidad o estabilidad. Las pérdidas humanas,
siempre dolorosas, no son elevadas y sólo hay que lamentar la perdida de 14
miembros de la tripulación mientras que 34 más sufren heridas de diversa
consideración. Simplemente ha sido tocado de gravedad una vez más, la sexta en
toda la guerra, y tendrá que abandonar la formación para sanar las heridas.
Mitscher ha de cambiar nuevamente su insignia y al día siguiente se traslada al
Randolph no sin antes mostrar públicamente su admiración ante la
profesionalidad y entrega de la tripulación del Gran E. El 16 de Mayo es
declarado no apto para el combate y ha de abandonar las aguas de Okinawa. Esta
vez no será la tripulación del Jason la encargada de acometer
las reparaciones, sin ser fatales son demasiado graves para ser reparadas en
Ulithi y habrán de hacerse en astilleros. Pearl Harbour será su destino y
allá será recibido como un autentico héroe mitológico antes de dirigirse a
los Estados Unidos. El final de la guerra le sorprenderá en Puget Sound pero en
Septiembre regresará a Pearl Harbour para participar en la operación
"Magic Carpet", la repatriación de tropas al continente americano.
Hay
un dato curioso.
Trágico, no hay duda de ello, pero que refleja parte del sentimiento de ambos
bandos en esos días finales de la guerra.
Durante los trabajos de limpieza y reparación efectuados antes de abandonar la
flota se encontró un cuerpo que no pertenecía a la tripulación. El del
teniente de vuelo Shusasuka Tomiyasa, el piloto kamikaze. La noticia corrió de
quilla a perilla y todos los hombres del Enterprise, El Afortunado
E, sintieron el impulso de echar una ojeada al cadáver y, si les dejaban,
patear al maldito amarillo hasta las puertas del infierno. Pero desfilaron en
silencio ante el cuerpo en un homenaje no declarado y la mayoría quedó
impresionada por dos aspectos: Su piel no era "limón", era muy morena
y los ojos estaban muy abiertos, algunos vieron en ellos la resignación del que
sabe que va a morir, otros una extraña serenidad que suplicaba perdón. No
llegaron a ponerse de acuerdo, todos creían saber lo que aquella mirada vacía
de vida quería comunicar. Posiblemente ni el mismo Shusasuka Tomiyasa lo
sabía.
14 de mayo de 1945, el Gran E finalmente es cazado.
El
Enterprise fue el último portaaviones de escuadra puesto fuera de
combate por las acciones kamikaze y junto con 41 buques más alcanzados por los
pilotos suicidas no volvió al servicio activo hasta el final de la guerra.
Un dato para los amantes de las casualidades es que se conozca la identidad
tanto del primer piloto, que intentó impactar tras efectuar un ataque
convencional, y la del último, el único de los dos que era un kamikaze real:
Kazuo Nakai y Shusasuka Tomiyasa. Pero de ambos las informaciones tanto en
la red como en la literatura escrita, a la que hemos podido acceder, es prácticamente inexistente.
Un dato a seguir estudiando para aquellos que quieran profundizar más en el
tema.
NOTAS:
EL PRIMER
VISITANTE
1.1 COMPOSICIÓN DE LA TF 8
TG 8.1 Grupo de bombardeo de Wotje, contralmirante Raymond A. Spruance
CA Northampton, Salt Lake City
DD Dunlap
TG 8.2 Grupo de bombardeo de Maleolap, capitán Thomas M. Shock
CA Chester
DD Balch, Maury
TG 8.3 Grupo Aéreo, Halsey
CV Enterprise (18 F4F, 36 SBD, 18 TBD)
DD Ralph Talbot, Blue, McCall
1.2
FUERZAS JAPONESAS
Fuerzas aéreas
Taroa (atolón de Maloelap) 15 A5M4 "Claude" (Lt. Kurukane), 9 G3M2
"Nell" (L.t. Kazuo,
Nakai)
Roi (atolón de Kwajalein) 18 A5M4 "Claude"
Fuerzas navales
Sexta Flota, vicealmirante Shimizu Mitsumi, en Kawajalein
CL Katori
SS I-23, I-25, I-26, I-9, I-15, I-17, I-19
Nodriza submarinos Yasukuni Maru, tres petroleros y una
decena de buques menores.
1.3
RESULTADOS DEL ATAQUE
TF-8: Perdidas aéreas:
4 Dauntless sobre el Roi-Namur, un Wildcat (el
caza perdido de la agrupación de Lt. Jim Gray)
FUERZAS JAPONESAS:
Buques hundidos: Transporte Bordeaux Maru, cañonero
Toyotsu Maru,
cazador de submarinos Nº 10 Shonan Maru
Buques averiados: Crucero ligero Katori, submarino
I-23,
minador Tokiwa, dragaminas auxiliar Kashima Maru, cazador de
submarinos Nº 2 Shonan Maru, buque deposito de submarinos Yasukuni
Maru, petrolero Toa Maru, buque tanque Hoyo Maru y el buque de
carga Shinhei Maru.
Perdidas aéreas: 3
A5M4 "Claude"
derribados sobre los atolones, 9 aparatos averiados en Taroa ( según diversas
fuentes 8 A5M4 y un G3M2 "Nell")
1.4
Algunos informes indican que el número de atacantes fue de seis
"Nell", pero que uno de ellos rompió la formación antes de salir de
entre las nubes con la intención de atraer parte del fuego antiaéreo, lanzando
sus bombas en las inmediaciones del crucero Salt Lake City
LOS KAMIKAZE NO LLEGAN PERO LA DCA.
SI
2.1
La mayoría de estos relatos nacen de la pluma de los mismos japoneses, algunos
de estos dieron como cierta la idea de que durante el hundimiento de los
acorazados británicos de la Fuerza Z, el 8 de diciembre de 1941, ambos navíos recibieron el impacto fatal de bimotores averiados por el fuego
antiaéreo, en una exaltación patriótica equivocada influenciada sin duda
alguna por el drama de los kamikaze.
2.2
Durante la campaña de Filipinas fueron alcanzados un total de cinco
portaaviones de escuadra: Intrepid, Franklin, Lexington, Essex y
Hancock. Dos ligeros: Belleau Wood
y Cabot. Y trece portaaviones de escolta de los que se hundieron
dos el St. Lo y el Ommaney Bay.
2.3
240 aviones de las TG 58.1 (Hornet, Wasp, Bennington y Belleau Wood), TG
58.3 (Essex y Hancock) y TG 58.4 (Intrepid) atacan la base
aeronaval de Kure en donde son averiados de mayor o menor consideración los
acorazados Yamato, Haruma, Ise e Hyuga, los portaaviones Amagi,
Ryhuho, Katsuragi y Kaiyo y los cruceros Aboba, Tone y Oyodo.
La defensa de la base está a cargo del 343 kokutai al mando del legendario
Minoru Genda. 54 Shiden-Kai "George" ofrecen una resistencia tenaz
consiguiendo derribar una cincuentena de aparatos americanos perdiendo sólo 14
cazas.
¡CAZADO!
4.1
19 atacantes fueron derribados por las patrullas aéreas y 6 por la DCA. de los
buques de escolta. El portaaviones ligero Bataan fue el encargado
de pagar ese día por el exceso de celo de los artilleros al ser alcanzado por
varios proyectiles amigos que le ocasionan daños de poca consideración.
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